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El ejemplo de un gran divulgador

Tenía los dientes demasiado grandes y la cámara no le "quería". Este diagnóstico de un supuesto experto televisivo a punto estuvo de impedir que comenzara su carrera frente a la cámara David Attenborough. Decenas de documentales después y una carrera tan larga como exitosa como divulgador de los misterios de la Naturaleza, y que acaba de merecer -en este caso sin la menor duda- el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales de este año, parecen desautorizar tan avispado juicio. Para los que hacemos documentales, Sir David Attenborough ha sido siempre una inspiración y un ejemplo como narrador de apasionantes historias arraigadas en los infinitos matices de nuestro entorno natural. Y, lo que es mucho más importante, este portentoso comunicador ha conseguido abrir los ojos y la conciencia de sus millones y millones de espectadores en todo el mundo a una realidad tan fascinante como frágil, haciéndoles conscientes de su responsabilidad para con su protección.

Si alguna vez tuvo sentido aquello de que la televisión debía informar, formar y entretener lo fue gracias a profesionales como Attenborough, o Cousteau o nuestro Félix Rodríguez de la Fuente. Como documentalista, quizá la principal virtud de Attenborough radique en haber sabido mantener inalterable -y contagiosa- la pasión de aquel niño que recorría con su bicicleta los campos de Leicestershire en busca de fósiles, o para contemplar pájaros, reptiles e insectos. Armado de una curiosidad inagotable, un gran talento narrativo y un fino sentido del humor, Attenborough nos ha llevado de una esquina a otra del planeta para mostrarnos lo que él mismo ha definido como "la mayor y mejor fuente de emociones; la mayor y mejor fuente de belleza visual; la mayor y mejor fuente de interés intelectual".

Todo comenzó, en la década de 1960, con un documental sobre la vida en el zoo de Londres. Allí conoció a Jack Lester, conservador de los reptiles, con quien concibió la idea de realizar un documental sobre la captura de un dragón de Comodo para el zoo. Luego vendrían series documentales míticas como Vida, Planeta viviente, La vida secreta de las plantas o Los desafíos de la vida, entre tantas otras que cuentan por éxitos sus estrenos. Quién recogerá el testigo de este octogenario que, afortunadamente, continúa en plena forma es un enigma cuya respuesta nos concierne a todos, porque, como bien dice David Attenboruough "... la suerte de las criaturas que comparten nuestro planeta depende enteramente de los seres humanos. Está en nuestras manos el protegerlos o verlos desaparecer. Elijamos la primera opción".