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Tres días de castigo y meditación

El día después es aún más duro. La mente sigue bloqueada porque los jugadores no acaban de encontrar explicaciones. Unos dicen que de diez veces que juguemos con USA ganamos nueve y otros, como Cesc, aseguran que ni con 90 minutos más les hubiésemos hecho gol. Ambas teorías son ciertas e igualmente dolorosas. Puede que no nos convengan los equipos fáciles en los tramos decisivos, o igual es que no hemos afrontado el campeonato con la debida intensidad.

El caso es que cuesta tragar la saliva hoy, cuesta cumplir con la condena del tercer y cuarto puesto y cuesta, sobre todo, saber que nos han quitado la capa de héroes invencibles. Al final el asunto de los récords es más importante de lo que parece. Infunden respeto a los rivales, aunque los americanos no debieron leer los periódicos.

Luis Aragonés también está fastidiado. Por los chicos. Le ha costado dormir. Antes del partido de la semifinal ya me advirtió: "Ganar un campeonato es muy difícil". Y tanto. Se tienen que dar muchos factores. En eso deben reparar ahora Del Bosque y sus ayudantes. Poco pueden hacer con el asunto de la mala suerte. Pero sí en saber por qué el equipo salió tan blandito. O por qué se perdió el espíritu solidario cuando había que recuperar el balón. Tiempo habrá para la autocrítica en Vicente. Ya comprobó que las soluciones deben ser otras cuando se trata de remontar. Los partidos difíciles necesitan de algún golpe de efecto desde el banquillo. Cambiar simplemente a los extremos, a piñón fijo, como en los anteriores partidos, no era la solución. Agotar a los puntas titulares hasta la extenuación, tampoco. Para la próxima.