La arrogancia nunca es buena aliada

La arrogancia nunca es buena aliada

Decía yo ayer que la pugna entra la FIA y la FOTA había terminado por convertirse en un duelo de vanidades. No me refería, desde luego, al fondo del asunto, mucho más profundo y con connotaciones de poder, dinero e intereses que incluso poco tienen que ver con lo deportivo. Lo que me resultaba inaudito era la forma en que se resolvía el conflicto, simplemente porque los gallitos de pelea se daban cuenta de que había ido demasiado lejos y era el momento de templar gaitas para evitar la ruina de todos. Y nada menos que Luca di Montezemolo vino ayer mismo a confirmar que no me encontraba demasiado desencaminado en mis apreciaciones...

Al estilo de un César que llega del campo de batalla dispuesto a ofrecer la victoria a su pueblo, el presidente de Ferrari y la FOTA se despachó a sus anchas contra Max Mosley, que desde la atalaya de Montezemolo escenificaba el papel de claro perdedor. Llamar dictador al hombre con el que acabas de firmar una paz cogida con alfileres no parece la panacea de la diplomacia. La arrogancia nunca es buena aliada y ha sido éste pecado que vuelve a poner al borde del abismo a la Fórmula 1, que por el contrario debería salir fortalecida de las últimas turbulencias. A continuación, el astuto Luca toma la tangente del recurso más sencillo: matar al mensajero. En fin, un catálogo de despropósitos que ojalá no tenga consecuencias de las que debamos lamentarnos.