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Camisetas de Torres como churros

Cuando Torres dijo el otro día que deberíamos valorar más a los jugadores de nuestra Selección, no iba descaminado. Junto con Kaká, el propio Fernando es el icono de la Copa Confederaciones. Ayer visité varias tiendas de deportes y su camiseta estaba agotada. Y no las regalan. Valen sesenta euros, aunque la vida aquí, en el resto de cosas, es mucho más barata. En la calle, sin preguntar, te hablan de él. Puede que tenga mucho que ver la perfecta estrategia comercial de la Premier, a años luz de nuestra Liga, pero también está relacionado con el tirón de los nuestros. Todo eso no se ve reflejado en nuestro país, ni a la hora de tasar a los jugadores en hipotéticos fichajes ni cuando se tiene que explotar debidamente su imagen.

Suráfrica no es un país subdesarrollado, pese a que lo parezca por la tremenda desigualdad de clases. Les sobran minas de oro, plata y platino. Se están gastando una burrada en acondicionar todo para el Mundial. Digo esto porque es un buen mercado para calibrar el impacto de esos negocios que tanto proclama Florentino a la hora de justificar la compra de grandes figuras para generar suficientes recursos. Y en estas tierras se comprueba fácilmente. Muchos no tienen para comer pero lucen con orgullo la camiseta oficial de la Selección española. Las grandes multinacionales copan los mejores edificios y proliferan los centros comerciales mastodónticos. En todos ellos, junto con la zamarra del equipo de rugby surafricano, están los productos de la Roja.