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Brawn da ánimos, que falta hacen

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Ross Brawn se ha puesto el traje de bombero y sale a sofocar el incendio provocado por el desánimo generalizado de sus rivales de parrilla. Sus declaraciones dan un poquitín de ánimo... pero sólo una pizca. Lo inteligente es decir lo que dice, aunque ni él mismo se lo crea, pero el trasfondo del asunto es el que todos nos tememos. Como de carreras de Fórmula 1 sabe casi más que nadie en el mundo entero (como última evidencia ahí queda el gol por toda la escuadra que les ha metido a la FIA y al resto de los equipos con el dichoso difusor), es plenamente consciente de que no se debe cantar victoria antes de tiempo, porque las incertidumbres del deporte son tantas como incontrolables e imprevisibles. Hasta aquí, por tanto, todo bien.

El lado oscuro de la historia es que parece que hasta el propio Brawn deja la consecución de su objetivo, que no es otro que los títulos, en manos del azar. Vamos, que si no ocurre nada extraño él también tiene las cosas bastante claras. Habla de abandonos, quizá de averías, de otros infortunios... pero en ningún caso llega a barajar la remota posibilidad de que Ferrari, Renault, McLaren o BMW les aprieten las clavijas. Por tanto, viene a confirmar la teoría de sus contrincantes de que este Mundial está finiquitado, que lo más práctico es seguir evolucionando los coches, aunque ya con vistas a 2010 y esperando que, ocasionalmente, suene la flauta y los Brawn les dejen las migajas de un gran premio. Un panorama, insisto, desolador para el espectáculo.