Caso Abel: complicando lo sencillo
Michel salvó al Getafe y al día siguiente había renovado. Pellegrini se fue al Madrid y el Villarreal tenía atado a Valverde horas después. Es lo normal en clubes bien gestionados, que el vacío de poder en el vestuario dure lo mínimo. Entonces, ¿por qué el Atleti no ha firmado aún a Abel pese a que se lo ha ganado con la Champions? Pues son las cosas de este club bicéfalo donde cada decisión es un tira y afloja entre el máximo accionista y dueño de la última palabra, Gil Marín, y el presidente y rostro público de la entidad, Enrique Cerezo. A veces, coinciden y a menudo chocan. El caso Abel es de estos últimos porque a Cerezo le molestó que Gil Marín decidiera echar a Aguirre y contratar al toledano mientras él , ajeno al lío, comía con Platini en Nyon. Desde ese día, Cerezo se ha alineado contra el de Velada y ha pujado por buscar técnico nuevo, preferiblemente Juande.
Mientras en la cúpula se vivía esta guerra de egos, el orgullo de Abel ha complicado aún más las cosas. En cada una de sus apariciones ha dejado una puyita innecesaria y ha abusado de la primera persona del singular a la hora de explicar el éxito del equipo: "Mi trabajo está ahí". Y es cierto, por eso debería haber sido más cauto sabiendo que la victoria en esta partida es suya, ya que le avalan los resultados y la palabra de Gil Marín. Así, se están abriendo unas heridas que lastran de inicio la era Abel, que renovará, pero con menos unanimidad de la que el sentido común y su labor previa hacían prever. En cuanto vuelvan de Finlandia, consejero delegado, presidente y técnico deben sentarse y firmar una paz real. Si no, cuando lleguen días difíciles (y llegarán), la división y las cuentas pendientes convertirán cualquier llovizna en tormenta. Y perderá, como de costumbre, el Atleti.