Adiós, James Stewart

Adiós, James Stewart

Lo tenía todo: la frescura, la educación, la planta. Lo tenía todo, menos el dinero. Y en esta carrera sólo se admiten millonarios o amigos de millonarios. Bonita paradoja. Tantas invocaciones a Santiago Bernabéu y el viejo presidente jamás se hubiera podido presentar a unas elecciones por no tener el aval. Eugenio lo tenía todo, digo, pero no es exacto. Carecía de un equipo de señores Lobo, de un consejo profesional, de colaboradores de altura. Fue un candidato sin partido, un galán sin película.

Al menos quedará su esfuerzo, decisivo finalmente, para terminar con el voto recaudado. También quedará su inocencia, refrescante en estos tiempos, y permanecerá una despedida elegante e infrecuente que no le desactiva para el futuro, más bien al contrario. Evitó alianzas indignas y compañías peligrosas. Sólo se le puede culpar de no haber calculado mejor el salto, aunque es un reproche menor. Que se aparte, pero que no se vaya. Se necesita un contrapeso y James Stewart siempre bordó los papeles de abogado.