Los padres del Rey Kong
Mientras asistimos al, me temo, poco apasionante final de esta Liga, al menos allá en la cumbre, -espero que, al menos, sí provoque diversas reflexiones y moralejas- les recomiendo una visita a Documenta Madrid. Ofrece la oportunidad de ver las películas documentales de dos hombres que han pasado a la historia por una película de ficción. Ahora que hemos perdido la capacidad de aprender del género documental y hasta la televisión pública se dedica a copiar la peor telebasura, este tipo de iniciativas no es que sean necesarias, son imprescindibles. Cuenta la tragedia de un gigantesco simio, arrancado de su jungla, que lucha por recuperar su libertad en otra jungla, esta vez de asfalto, llamada Nueva York. El gorila, como ya habrán imaginado, es King Kong y sus creadores se llamaban Ernest Schoedsack y Merian C. Cooper. Tan apasionante como su filmografía es la vida de estos dos aventureros.
Cooper era lo que se puede definir como un "hombre de acción", que encontró en la milicia la primera puerta por la que dar rienda suelta a su pulsión aventurera. En 1916, se alistó en el cuerpo expedicionario norteamericano que se adentró en México con la misión -fallida- de castigar a Pancho Villa. En la Primera Guerra Mundial participó como piloto, fue derribado y encerrado en un campo de concentración. Schoedsack también recorrió los campos de batalla pero a ras de suelo tomando imágenes para el cuerpo de comunicaciones, tras abandonar una prometedora carrera como cámara en un Hollywood que se iniciaba como fábrica de sueños. No se conocieron allí, sino poco después, cuando ambos se alistaron voluntarios en el ejército polaco para luchar contra la Rusia Soviética. Juntos comenzaron a soñar en películas que narrasen la lucha del ser humano contra la Naturaleza. Y encontraron el tema en un remoto rincón de Asia Menor, siguiendo los pasos de la tribu de los bakhtiari en su migración anual en busca de pastos. Llevaban seis meses rodando entre Anatolia y Persia y el desaliento les invadía pues nada de lo que habían rodado les convencía. Hasta que un mensaje de Schoedsack, que se había adelantado para explorar, lo cambió todo. "Ya lo tenemos", terminaba. Lo que "tenían" era una peripecia increíble.
Cinco mil hombres, mujeres y niños y varias decenas de miles de cabezas de ganado se disponían, como cada año, a cruzar las caudalosas aguas del río Karun. Las personas se lanzaban a la corriente en rudimentarias balsas hechas de madera y odres hinchados mientras ovejas y caballos luchaban por no ahogarse nadando a su lado, algo que algunas personas y muchos animales no conseguían. Quien asista a ese momento del documental Grass (Hierba) percibirá cómo esas imágenes, rodadas en 1924, (el mismo año en el que los británicos filmaban su ascensión al Everest) mantienen toda su fuerza y dramatismo. Esa misma pasión conseguirían trasladarla a su obra maestra de ficción: King Kong. Cooper se convertiría en productor de éxito junto a genios como John Ford. Schoedsack seguiría transitando los caminos del documental, sin tanto éxito como antaño. Hoy la obra documental de estos dos maestros nos devuelve el intenso aroma a la aventura que ocurre frente a la cámara. Nos enseña lo que es, de verdad, una aventura.