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La hinchada no confía en los suyos

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Un amigo mío, periodista reconocido en el Reino Unido, dice que el Chelsea es un club fantasma con una afición fantasma. Que no existe, que si desapareciera no pasaría nada. Debe saber de lo que habla, porque él ha sido socio desde hace 20 años. Ha sido un club de moda que pasó de tener una afición contenta con la mediocridad de los suyos, de añorar la memoria de un fugaz momento esplendoroso en los sesenta, a tener una hinchada de nuevo cuño, capaz de pagar los nuevos y excesivos precios, que va al estadio a fardar, bien vestida y silenciosa. La grada de Stamford Bridge tiene cánticos que no son suyos y un himno que parece la presentación de un concurso de televisión. Fue el primer estadio de los importantes que se empezó a vaciar incluso con Mourinho (o quizá por ello) y debe ser el único en la última década que no ha vendido por anticipado sus entradas en unas semifinales en campo ajeno.

Se les oirá poco en el Camp Nou (aunque la mayoría de los que viajan son los clásicos, pelo rapado y tatuajes, que prefieren costearse un viaje así que pagar la cuota de socio) en parte porque temen al Barcelona. Se vio en Inglaterra el partido ante el Valencia y se sospecha que el Chelsea jugará muy parecido a los de Emery, pero la hinchada no confía plenamente en los suyos. Algún atrevido (Tony Cascarino en el Times) se ha atrevido a asegurar que el Barcelona está sobrevalorado. Lo hizo para provocar. Por lo general, en las islas también se sabe que el Barca está haciendo historia.