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David Alonso

Briatore suele hablar demasiado

La frase es de Rubens Barrichello pero la suscribo plenamente. Nadie negará los méritos de Briatore como gran gestor, negociador implacable y perfecto relaciones públicas pero, a veces, le pierde la boca. Antes de la primera carrera de esta temporada elevó al máximo el nivel de entusiasmo con sus eufóricas predicciones sobre el R29. Nos engañó. O quizá se engañó a sí mismo. No es mal coche pero tampoco está a la altura de los mejores. Su habitual astucia ha quedado eclipsada por otros que han sido más listos. Ross Brawn, al que tanto critica, ha dado una lección a todos los poderosos. Ante tal evidencia la sensatez aconseja ser humilde, pero Flavio ha preferido pavonearse como un gallo que tapa sus heridas dando palos de ciego.

Tampoco le vendría mal aprender de Red Bull. Sin difusor mágico, sin KERS, sin un presupuesto como el de los grandes y con discreción ha logrado un coche impecable. Su admirable exhibición de poderío técnico, táctico y de pilotaje en Shanghai fue el contrapunto a la floja actuación de Renault. Ni los ingenieros ni el piloto estuvieron finos. De los cinco primeros de la parrilla sólo Alonso no estuvo entre los cinco mejores al final. Briatore pagó con creces su arrogancia y menosprecio a los teóricos débiles. "Inglaterra espera que cada hombre cumpla con su deber", dijo el almirante Nelson a sus hombres antes de la épica batalla de Trafalgar que otorgó a Gran Bretaña el dominio del mar. No estaría de más que Flavio lo aplicase a su equipo empezando por él mismo.