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Fernando nos invita a soñar

Actualizado a

El rendimiento de Fernando Alonso en la calificación del GP de China es, independientemente de su clasificación en la carrera de hoy, una invitación formal a la esperanza. Porque lo que nos volvió a demostrar ayer el asturiano es que cuando su coche funciona, él está casi siempre a la altura de las circunstancias (no me atrevo a eliminar ese casi por nadie es infalible). Con un R29 remodelado a toda prisa, aún sin pulir en sus últimos detalles, el asturiano voló sobre la pista de Shanghai y dejó muy claro, por si alguien tenía dudas, que nunca se le ha olvidado conducir y que jamás se esconde ante los desafíos, por mayúsculos que estos resulten. En Renault lo saben como nadie, por eso se vuelcan con su campeón del modo que no lo hacen con ningún otro.

Este punto, el del trabajo de los mecánicos, me lleva a otra reflexión. No sé si algún día Alonso podrá eximirse de sus pecados, pero desde luego creo que el perdón lo tiene ya más que merecido. Me refiero a todos aquéllos, que tanto tiempo después, siguen acusándole de desagradecido a cuenta de su capítulo de reconocimientos cuando se proclamó por primera vez campeón del mundo. Puede que entonces se equivocara, es una opinión respetable, pero también pienso que no es justo seguir echándole en cara aquel desliz cuando realiza gestos tan generosos como el de ayer: lo primero que hizo fue reconocer la labor de sus mecánicos que, sin descanso y casi hasta el agotamiento, le dieron un coche para ser segundo. Digo yo que eso también debe tener su valor, ¿no les parece?