Vergonzoso adiós de Papalukas
A Vistalegre le cuesta arrancar, es un problema de ubicación, encajonado en medio de calles pequeñas. En coche se llega tarde y mal, pero cuando hay partido grande es un espectáculo, una gozada para jugadores y afición. Sólo gritos, por supuesto. Ambiente sano. Al toque de trompeta desde la grada, el Madrid correspondió con la caballería, al galope, corriendo y superando al Olympiacos durante minutos. Insuficiente, al final se impuso el talento del buque millonario de El Pireo, que vuelve a una Final Four diez años después.
Y el triunfo griego encendió a la hinchada como nunca antes en Carabanchel. Fue la respuesta al asqueroso comportamiento de los jugadores visitantes. Impropio de campeones. Arrancó Burusis enfrentándose a la grada y siguió Papalukas, que, con el bocinazo final, en lugar de celebrar el éxito, empezó a decir adiós con la mano a los aficionados blancos, gesticulando como si lloraran. A él le siguió Vujcic, Teodosic y unos cuantos más. En Vistalegre cayeron botellas de plástico vacías por primera vez en cinco años. Mala reacción a un lamentable comportamiento del Olympiacos. "Los jugadores saben que aquí no pasa nada", me decía un colega griego. Otra cosa sería en la pista del Panathinaikos.