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Un goleador extraordinario, el telegrama y la puntilla

La versión que el presidente federativo, Sancho Dávila, dio por escrito en un libro fue que el telegrama le llegó en el hotel de Roma, antes de salir para el estadio. Y con un texto más intrigante que amenazante, porque en ningún momento se lee que Kubala no debiera jugar sino que se deslizaba que podría estar en situación federativa irregular, pese a haberse alineado apenas tres días antes en Estambul. Una manera de asustar a los directivos españoles, que se asustaron de verdad a cuenta de cómo y desde cuando podían contarse los tres años de residencia en España del genial jugador, que debutó en nuestro fútbol en la Copa del 51 y en la Liga 51-52. Siempre quedó la sombra de si los húngaros, poderosos entonces dentro y fuera del campo de cara a ese Mundial de Suiza, presionaron para evitar que Kubala siguiera vistiendo la Roja por despecho tras haberse marchado de su país. Y en toda esta historia queda también la figura entre bambalinas del intrigante italiano Ottorino Barassi, un personaje de cuidado.

Lo que para mí resultó un auténtico placer ayer fue el encuentro con Escudero en su domicilio, un jabato en el campo, un goleador extraordinario en el Atlético. Él hizo, entre otros muchos, los goles 700, 900, 1.000, 1.100 y 1.200 de los rojiblancos. Y también el gol del empate a dos en Roma. Aún seguía quejándose, como si continuara en activo, de las decisiones del árbitro Bernardi, sobre todo de uno de los dos goles que le anuló, el que hizo en la segunda parte de la prórroga cuando el equipo español celebraba prácticamente su clasificación. Siempre se batió el cobre con entereza Escudero (una vez le sajaron un forúnculo por detrás del cuello con una 'gillette' porque el bisturí con el que debió hacerse no cortaba...) y por eso valoraba mucho el coraje de Campanal II en esa eliminatoria con los durísimos turcos, que supieron jugar sus armas físicas, la flojera española en la vuelta de Estambul y la debilidad de la delegación fuera de los terrenos de juego. Lo del sorteo del 'bambino' Franco Gemma fue la puntilla.