La Liga da la razón a Abel
Convenientemente sacudida la pantalonera de Abel por su adscripción al género bomberil al idear lo que ideó en Oporto, convengamos en que tiene razón en el resto. Cuando dice que calificaría su trabajo en el Aleti con un "muy bien", la cosa puede chirriar porque no estamos acostumbrados a que el personal se ande sin remilgos al hablar de sí mismo, lo que escuchamos es "son ustedes los que tienen que juzgar" y otras que caben en el mismo guión. Abel es más partidario de la muy napoleónica sentencia "la modestia es la virtud de los débiles"; si piensa que lo está haciendo de muerte, pues lo dice y se queda tan a gusto. En la Liga le acompañan las cifras: siete puntos en el denominado Tourmalet, que debieron ser ocho, le sobró un minuto final en Sevilla, para vislumbrar una buena segunda vuelta en la que los rivales se quitarán puntos entre si.
Y da la impresión de que el equipo va adquiriendo un estilo que se asemeja al que ha impregnado la forma de jugar de nuestros colores desde siempre. El Aleti no era un equipo que jugaba al contragolpe; era un equipo que bordaba al contragolpe. Pero antes de salir con los Tres Puñales al socaire del rival, o con Peiró y Collar, o con cualquiera de los campeones, dominaba los partidos al ataque. Después del gol, con espacios, era cuando las camisetas rojiblancas, más precisas y más verticales, empezaban a dar espectáculo a la contra porque necesitaban menos toques que nadie para hacer daño. Para las noches de desaliento tengo la grabación del Aleti contra el Cagliari que me pasó el archivero Pepe Navarro: es impresionante ver como Gárate, Luis, Ufarte, Adelardo desde la media, los laterales, todos, encuentran la espalda italiana hasta hacerles tres. La misma intención estamos viendo ahora, el Aleti va a por el partido y rota la red sigue buscándola. Defiende mejor y más arriba. El que se equivocó en Oporto es un buen entrenador. Y puede dibujar el escudo con los ojos cerrados.