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Lo que pudo haber sido y no fue

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No me pregunten por qué, pero nunca olvidaré aquella tarde de sábado. Debía ser el año 1996 y por la vieja Redacción de As se pasaron Pedro de la Rosa y su representante de entonces, Raimón Durán. "Necesitamos que nos echéis una mano, estamos en la otra punta del mundo y nadie sabe de nosotros...", me contaron. Pedro corría en Japón, intentando hacerse un nombre que le permitiera abrirse las puertas de un sueño que se llamaba Fórmula 1. Y lo consiguió. Tres años después, tal día como hoy de 1999, allí estaba, en la parrilla del GP de Australia. Nosotros le ayudamos lo que pudimos (seguramente menos de lo que merecía), pero lo que le llevo hasta su objetivo fue una pócima mágica compuesta por talento, trabajo, abnegación y voluntad.

Hoy, diez años más tarde, De la Rosa sigue en la F-1. No como a él le gustaría, es evidente, pero sí en uno de los grandes equipos del campeonato. Y ahora todo el mundo sabe de él, porque la popularidad que no alcanzó como piloto (ya saben, aquello de ser profeta en tu tierra...) la disfruta ahora como versado y afable comentarista de la tele. No pasa apuros para llegar a fin de mes, desarrolla uno de los mejores coches del Mundial y es un feliz padre de familia. En definitiva, una vida plena y envidiable. Sin embargo, el destino (o quizá Ron Dennis) siempre le deberá a Pedro esa oportunidad que le hubiera permitido demostrar todo lo que pudo haber sido y no fue. Porque les puedo asegurar que si hablamos de un buen comunicador y una mejor persona, como piloto tampoco pierde vuelta...