Penúltima oportunidad de redención
La perspectiva del choque ante el Barça me pone los pelos de punta. Es para echarse a temblar. Aquel humillante cero a seis, que sirvió para que Torres entendiera que su carrera no podía estar supeditada al errático club de sus amores, vuelve a flotar en el ambiente y no debemos olvidar que esta temporada en el Camp Nou nos cayó otra media docena. Después de lo del Oporto, casi me conformaría con que no se repitiera aquél desastroso resultado. Aunque cuando llegue el partido, como siempre, volveré a creer, igual que esa afición que siempre llena el Calderón sin atender a razones.
La llegada de Abel no ha arreglado absolutamente nada. Estamos ante un equipo que adolece, precisamente, de ese carácter de equipo tanto dentro como fuera del campo. En el terreno de juego no lo es porque está fatalmente construido. Lo venimos diciendo hace mucho tiempo. No existe centro del campo y la defensa, cuando parecía haberse arreglado en parte con la llegada de Heitinga y Ufjalusi, es un auténtico desastre. Estos jugadores no transmiten sensación de unidad ni de tener un verdadero compromiso con el club que ha apostado por ellos. Parecen hacer cada uno la guerra por su cuenta y funcionar a modo de camarillas, en un alocado sálvese quien pueda.
Aguirre fracasó en su intento de hacer que los jugadores se sintieran como una piña y que entendieran la importancia de vestir estos colores. Y visto lo visto, con Abel sólo parece que no van sino a acuciarse los males. Así, el equipo me aburre y me desespera. Está consiguiendo que empiece incluso a desinteresarme. Mala señal. El Barça es la oportunidad de recuperar a una afición hundida.