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El gran valor de la experiencia

La experiencia es un grado", se decía. "Más sabe el diablo por viejo, que por diablo", se aseveraba. También oí decir aquello de que "la juventud es lo único que se cura con el tiempo". Utilizo el pasado porque parece que, en los tiempos que corren, el valor de quien acumula años de experiencia y conocimientos está más depauperado que las acciones de una constructora española. Como sociedad, nos estamos mostrando estúpidamente generosos a la hora de desprendernos de los veteranos. Una de las soluciones más socorridas en estos tiempos quebrados por la crisis está siendo recurrir a las prejubilaciones de personal a edades cada vez más tempranas, llegándose incluso a plantear planes de retiro para empleados con 48 años, un auténtico sin sentido para un tiempo en el que la esperanza de vida ronda los 80 años. Y más en los tiempos que corren, cuando miles de personas se quedan en paro y se pone en peligro la viabilidad económica del sistema asistencial que mantenemos todos. Da igual que personas sensatas y especialistas, incluso el ministro de Trabajo, alcen la voz para denunciar semejante desatino. Como muy acertadamente señala Francisco J. Betes, autor del libro El mayor activo, existe una obvia y muy alarmante contradicción entre el mundo que se refleja en la publicidad y los medios, donde lo joven se identifica con lo interesante y lo maduro con lo inútil y caduco, y la sociedad real, que en 2025 tendrá la mitad de su población superando los 50 años.

Da igual que la realidad nos enseñe que deportistas, como Carlos Soria, pueden escalar montañas de ocho mil metros con casi setenta años o que con su misma edad Luis Aragonés sigue entrenando. O que, uno de los comunicadores con más prestigio y credibilidad, como Matías Prats, si hubiera seguido en TVE, llevaría ya seis años jubilado. ¿De verdad, nos podemos permitir el lujo de considerar a todas esas personas como prescindible material de derribo? Máxime en sociedades como las nuestras donde esa mayor esperanza de vida va unida a una mejor conservación de unas cualidades físicas y mentales casi plenas hasta edades muy avanzadas.

Curiosamente, los que se preocupan por sacarnos de la crisis coinciden en que una de las formas de salir será, sin duda, a través de la investigación, la innovación, eso que tan crípticamente se denomina inversión en I+D. Y, de momento, en la aventura de la ciencia y la investigación, y, en general, en el mundo del trabajo, la experiencia sigue siendo el principal activo, el mayor valor en alza, algo crucial en tiempo de crisis. Algo similar podemos plantear para casi cualquier campo de la economía o la cultura. Además, la imaginación, la audacia, la voluntad de romper fronteras y supersticiones, de sobreponerse a las adversidades y llegar más allá nada tienen que ver con el calendario, mientras que el haber aprendido de los aciertos, y sobre todo de los errores, y la experiencia de lo ya recorrido pueden ser decisivos aliados a la hora de conquistar una nueva meta al aportar madurez, racionalidad y compromiso. No olvidemos que los materiales de derribo suelen ser lo primero que viene en auxilio de quienes quieren levantar de nuevo una casa derruida por el huracán. Y me temo que ya ha llegado.

Sebastián Álvaro, creador de 'Al Filo de lo Imposible'.