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En honor al Rey de Copas

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Por noches como ésta, con tanta ilusión de por medio, merece la pena que el Athletic mantenga su identidad toda la vida. Es incalculable el orgullo que siente la afición ante la posibilidad de que los leones que tantos disgustos le han dado en los últimos años aspiren ahora a un título o, al menos, a una final soñada hace dos décadas en la que recuperar el trono del Rey de Copas ante el Barça. Primero, está delante un toro bravo, un Sevilla especialista en los torneos a doble eliminatoria. Lo sorprendente es que hace sólo un par de meses nadie (ni el que escribe esto) daría un euro por el Athletic ante el rocoso bloque de Jiménez. Sin embargo, las fuerzas se han igualado de tal manera que a día de hoy no se ve un favorito. El Pizjuán pesa a los rojiblancos, pero la vuelta en San Mamés también preocupa en la caseta sevillista. Además, se valora lo que hizo el Athletic en El Molinón hace una semana, mientras los andaluces no pudieron contra diez sportinguistas el domingo.

En el estado de ánimo actual, Kanouté no es más que Llorente, ni Capel supera a Yeste. Asalta la duda de si a Caparrós le temblará el pulso al jugársela frente a su club del alma. A veces, conocer bien al rival juega malas pasadas. El Athletic debe ir a lo suyo, a mezclar el fútbol abierto, enfurecido, con los momentos de respiro, de enfriar la noche. Orbaiz, Iraola, David López y cía saben tener el balón, pero el Sevilla presiona muy bien, asusta cuando se lanza a la yugular. Que se lo pregunten al Valencia. El Athletic está en su competición, en su salsa. Hasta le recibieron el frío y la lluvia ayer a su llegada con Iribar al frente. Está en juego la historia.