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Como un viento racheado

Mientras nosotros empatábamos en Málaga, nosotros ganábamos el Qatar Masters de golf (Álvaro Quirós, atlético, gaditano, golfista, próximamente en este local que tiene una columna en AS a la medida de su categoría). Igualamos en Málaga de esa manera, al modo del equipo tantas veces, unos minutos buenos, algún ratillo especialmente bueno, y otras partes del juego planas como la comarca de Castellón. El desaliento que provoca un gol recibido con desvío canalla, atonta a la formación que se deshilvana, los defensas ya no salen con la misma celeridad para poder tocar la espalda de los medios y juntar al equipo; los centrocampistas dejan de acudir con la misma fe a esa línea que bien hecha tras los puntas te concede los rechaces; esa desconfianza que provoca el tanto rival afloja las piernas, agranda la imprecisión y los delanteros, menos acompañados, se pierden en maniobras de náufrago: que si un pulpo pescado a mano, que si una hoguera para que le divisen en la distancia: robinson solitario.

Lo extravagante es que eso puede suceder varias veces en un mismo encuentro: un cuarto de hora bueno seguido de un cuarto de hora malo seguido de un cuarto de hora bueno... para volverse majara. Si hubiera una explicación Si supiéramos que el equipo ha entrenado una barbaridad -esas cosas sobre los ciclos que dicen los preparadores físicos- y lo sufre hoy para arrasar de febrero en adelante, cuando se juega esa Champions en la que parece que no estamos porque nadie nos ve en Roma, o cuando se ocuparán en la Liga los costados del Barsa Si por ejemplo esa fuera la razón. Lo que asusta es que quizás no haya causa alguna y seamos así: sí es, no es, viento racheado.