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Kaká juega ahora para sí mismo

Cuantas más respuestas leo de Berlusconi en la entrevista de La Nazione más convencido quedo de que el futuro de Kaká ya no está en sus manos. Primero, porque quien negocia la venta de un futbolista una vez queda desarmado moralmente para negarse a hacerlo de nuevo ("Aquí dejamos decidir al jugador"). Segundo, porque en algunas de sus respuestas, bajo un espeso manto de elogios al corazón cristiano y bondadoso del futbolista, intuyo malestar con las constantes mejoras de contrato a las que ha tenido que ceder ante su padre y agente, a veces viceversa. "No pedirá aumentos salariales en los próximos años", dice sin convicción el primer ministro. Y tercero, porque si el futbolista estuvo al borde de darle un sí a un equipo aún menor que ni está en Champions ni se le espera, difícilmente se resistirá al sueño de acabar en el Madrid. Y esta vez quedará legitimado a forzar su salida, algo a lo que no se atrevió hace dos años.

Su llegada depende, fundamentalmente, del Madrid postelectoral. Se supone que esta vez sí llegará un galáctico. Puede que el dinero, estirado por el entusiasmo del vencedor, alcance para dos. Y Kaká ahora no está en la cima del mundo, si acaso en el 'top cinco' donde le colocaron seleccionadores y capitanes en el FIFA World Player. Su bajón queda disculpado por el flojísimo año del Milán y de la selección brasileña. Un cambio de aires revitalizaría su juego. Tiene cuatro meses para entrometerse en la pelea Cristiano-Messi. Ahora juega para él más que para el Milán.