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Volver a soñar con el Madrid

No sé si Florentino Pérez se presentará a las elecciones o, en el caso de que lo haga, que sea su mejor opción personal. Desde que dejó el Real Madrid tiene aspecto más relajado e incluso, en un encuentro que tuvimos hace unos tres meses, lo vi de aspecto más joven que al final de su mandato madridista. Como el pobre Ramón Calderón ha dejado constancia, ser presidente del Madrid no es bueno para la salud. Sea quien sea el que asuma la presidencia de un club venido a menos, tendrá que hacer dos o tres cosas que Florentino hizo muy bien durante sus primeros años en el Bernabéu. Imponer orden en el club, rodeándose de gente de primer nivel que respete incondicionalmente al máximo jefe, persona que debe de tener las ideas muy claras y una gran confianza en sí misma. Calderón nunca acabó del todo de creerse que tenía madera para ser presidente del Madrid; el que venga tendrá que saber que está a la altura.

Y lo otro, de importancia primordial para la afición madridista en España y en el mundo entero, es recuperar el señorío y el glamour. Eso implica fichar a estrellas, no centrar los objetivos en jugadores cuya condición natural consiste en militar en clubes aspirantes a la UEFA. Es decir, crear un equipo en el que Robben sea uno más de la plantilla y no el gran crack. Lo que significaría traer a un Cristiano o a un Kaká al Madrid es que nos pasaríamos la semana antes de un partido contando las horas y los minutos para que llegue el fin de semana. En mi caso, y creo que en el de muchos amantes del fútbol, hace ya tiempo que cuando juega el Madrid no tengo claro si pasaría la tarde mejor yendo al cine. Tal duda, incluso en los peores tiempos del Madrid de Florentino, era inconcebible sabiendo que Zidane, Ronaldo y compañía estarían en el campo.

Ahora, en el caso de que Florentino sí vuelva, le diría una cosa. Que no menosprecie la figura del centrocampista defensor todoterreno. Me iré a la tumba convencido de que si Makelele no se hubiera ido al Chelsea, el Madrid hubiera ganado la Copa de Europa en 2004. Si alguien duda de que se puede jugar de lo lindo con un jugador de estas características en el once, le digo dos palabras: Yayá Touré, figura colosal en este Barça de ensueño.