El viaje de los pingüinos
El Emperador es el más grande de los pingüinos, un ave ágil, elegante y poderosa en el agua que tiene una singular costumbre. Cada invierno austral abandona el mar, su medio natural y en el que mejor se mueve, para arrastrar un viaje de cientos de kilómetros hacia un recóndito lugar del continente antártico, soportando las condiciones más inclementes. ¿Por qué? Su única motivación es esencial: la supervivencia de la propia especie. Allí las hembras ponen un huevo y regresan al mar, quedando el huevo al cuidado de los machos, que lo protegerán durante más de dos meses sin comer y soportando temperaturas que pueden superar los 50º bajo cero y las más terribles tormentas del mundo. Probablemente sea la especie más zarandeada y asediada por las condiciones ambientales más duras de nuestro planeta... y sin embargo sobreviven, a fuerza de resistencia y de unión del grupo.
Me gusta pensar en que algo así nos ocurre a los motoristas españoles. Este fin de semana, llegados de todos los puntos de nuestra geografía, e incluso de lugares alejados de Europa, los moteros se han reunido una vez más en defensa de la propia supervivencia y de su propia peculiaridad, que es la esencia de nuestro vehículo: vas sobre dos ruedas y al aire libre, percibiendo el paisaje en toda su crudeza, y también en toda su salvaje plenitud. Si llueve te mojas, si hace frío te congelas, y si te tiran al suelo son tus huesos el chasis que aguanta la caída; pero la gente cuando ve pasar una moto ve a una persona. Como los pingüinos somos individualistas, pero solidarios y, al menos una vez al año, nos congregamos en la meseta, batida por el viento y el frío, para contarnos nuestras penas, apretar los dientes y continuar nuestra andadura. Ya hace 28 años, nada menos, que tiene lugar la concentración motorista Pingüinos, el encuentro de moteros invernal más importante de Europa, una de las más importantes del mundo y una auténtica celebración de una forma de vida. Como sus primos, los pingüinos Emperador, los moteros han tenido que vérselas con condiciones especialmente duras: niebla, viento, abundancia de nieve, placas de hielo y un frío pelón, que se han añadido a las consabidas trampas de las ciudades y carreteras.
Y es que, a lo que parece, para las autoridades los moteros somos sólo fuente de ingresos y casi nunca motivo de reflexión y protección. ¿Cuándo han visto ustedes a un ministro ir en moto? Supongo que por eso les resultará incomprensible la emoción que se siente durante el desfile de las antorchas en honor de los que perdieron la vida en la carretera, en ocasiones porque alguien quiso ahorrarse unos euros en la protección de un guardarraíl. Como inexplicable les debe resultar que miles y miles de moteros (más de 18.000 en esta edición) se lancen a la carretera en lo más crudo del invierno rumbo a un pinar vallisoletano tan sólo para reunirse en torno a una hoguera donde compartir charla y fiesta, para celebrar las bocanadas de pura vida que sólo se consiguen a lomos de nuestras monturas. No se va a Pingüinos a fardar de vehículo (por muy caro o viejo que sea) ni a competir, porque Pingüinos es una fiesta de la solidaridad y la tolerancia en torno a la moto, entendida como una compañera a la que se deben momentos únicos.
Sebastián Álvaro, creador de Al Filo de lo Imposible.