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Allí, donde chirría el eje terrestre

Por qué los seres humanos desean exponerse a la dura experiencia de los hielos, donde la vida es pura supervivencia? Uno de los primeros hombres en intentar conquistar el Polo Sur dijo que en ese lugar "se vive tan cerca la naturaleza, que reconoce una fuerza gigantesca que está forjando el mundo de forma visible ante sus ojos". Sin embargo, Ernest Shackleton, uno de los mejores exploradores polares, y desde luego el mejor jefe de expedición, lo explicaría hablando de "la nostalgia del hielo" y asegurando que era en la Antártida donde se percibía "el alma desnuda del hombre". Ninguno de ellos consiguió grandes ventajas materiales, pero todos ellos cambiaron después de visitar el gran continente helado. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, los polos, esos puntos imaginarios del eje sobre los que la Tierra gira desde hace miles de millones de años, representaban la porción del planeta inmaculada, las últimas zonas remotas que todavía no han sido pisadas ni vistas por ninguna persona. Sólo un pequeño grupo de aventureros excepcionales se lanzan a la Antártida y se adentran en el reino del hielo y las tormentas, para desvelar los últimos misterios del planeta.

Además de la dificultad propia de cualquier exploración, los polos son lugares inhóspitos, que oponen múltiples dificultades al hombre, y donde la vida prolongada, sin recursos externos, es imposible. Simbolizan la última aventura geográfica, están cargados de historia y leyendas y suponen el último gran reto para los grandes aventureros. Son misterios extravagantes sin aparente utilidad, pues esos puntos teóricos, imaginados por el hombre desde la época de Hiparco, no se distinguen en nada de los que les rodean. Frente a las cimas de las altas montañas que persiguen los alpinistas, y que son su punto más alto, los exploradores polares se enfrentan a una quimera, pues tienen que dejarse la piel para alcanzar un punto que en nada se diferencia de otro situado cien kilómetros delante o detrás. Pero es allí donde tienen que llegar, pues es allí, en palabras de Olav Bjaaland (uno de los integrantes de la expedición noruega que fue la primera en conquistar el Polo Sur), donde "chirría el eje de la Tierra". Todas estas expediciones estuvieron llenas de hombres desconocidos y sencillos, héroes anónimos, esforzados y leales hasta el final. Las victorias nunca fueron suyas del todo y en las derrotas fueron los que más sufrieron.

Las epopeyas de los británicos al mando del capitán Scott y de Ernest Shackleton, son un ejemplo de las más heroicas aventuras que ha proporcionado la historia de la Humanidad. Pero lograron legarnos la última mirada sobre un planeta que, por fin, se conocía en su totalidad. Desde entonces, las inmensidades blancas de las zonas polares, se han convertido en los sueños de todos los grandes aventureros. Para ellos, como para Cherry-Garrard, del grupo del capitán Scott, esa atracción se debe "a la soledad, los mares cambiantes, los horizontes infinitos todo es bello, salvaje y libre; y la belleza es inconcebible, pues es infinita y atraviesa la eternidad".