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Amarga vida del técnico modesto

Curioso dato: el Iurbentia consiguió que el quinteto titular del Barça acabase el partido con la raquítica suma global de 11 puntos (por 29 del cinco inicial bilbaíno), pero aún así los azulgrana se adjudicaron el triunfo (59 a 66). Imagino que, esa noche, el técnico local, Txus Vidorreta, sentiría una gran frustración. De nada le valió plantear una magnífica defensa; de nada le sirvió dejar a Navarro en 3 puntos, y en cero a Barton y Santiago. Su homólogo, Xavi Pascual, tenía los suficientes ases en la manga para solventar el entuerto.

Estos datos, habituales en toda competición con peces grandes y chicos, me hacen cuestionar los premios mensuales o anuales de mejor entrenador. En deporte mandan los títulos y resulta comprensible que los galardones se concedan a quienes abrillantan su palmarés, pero en las votaciones que efectúan los propios técnicos para calibrar méritos de sus colegas se echa en falta una mayor sensibilidad al trabajo humilde. Está bien que el entrenador campeón alce la copa, pero también merece elogio quien logra el mayor rendimiento en su plantilla. Por dar un ejemplo diré que la labor de Salva Maldonado en el Gran Canaria es de sobresaliente perpetuo.