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Livingstone, de misionero a explorador

En estos días de resignada celebración de la salud y cuando más de uno estará todavía rompiendo en minúsculos pedacitos los décimos de lotería que no le han dado ni el mísero consuelo de la pedrea, conviene recordar la apostilla que Woody Allen hizo a la famosa frase de Albert Einstein sobre que Dios no juega a los dados con el ser humano: a lo que juega es al escondite. Sea como fuere, toda una vida subiendo a todo tipo de aparatos presuntamente voladores o caminando bajo torres de hielo en precario equilibrio, aguardando la primera excusa para desplomarse encima de uno, me ha llevado a ser poco o nada supersticioso respecto a nuestra capacidad para influir en ese esquivo y ambivalente espectro que es la fortuna. Como sugerencia para el año que viene, lo mejor que podría decirles es que hay que afrontar los desafíos que nos depara el destino con optimismo y ciertas dosis de coraje.

De los zarpazos -en su caso literales- que la fortuna puede darnos en una revuelta del camino sabía bastante el autor de un libro que se acaba de publicar en España por primera vez en su integridad y que, a buen seguro, amenizará estos días vacacionales a quien se acerque hasta sus apasionantes páginas. Se trata de Viajes y exploraciones en el África del Sur, editado por Ediciones del Viento. Su autor es David Livingstone, a quien Javier Reverte califica muy certeramente en el prólogo como "el explorador de exploradores". En él, este misionero y médico cuenta sus diecisiete años pasados en el sur del continente africano, años cruciales en su vida pues lo que comenzó como un viaje de misión acabó transformándole en uno de los exploradores y aventureros más admirados de la Historia.

Su comienzo, como él mismo cuenta en este libro, no pudo ser más desafortunado. Se lanzó a la caza de unos leones "comehombres" que estaban aterrorizando a los habitantes de Mobtsa, donde él había levantado una misión. Consiguió herir a uno de los felinos pero en vez de huir, el gigantesco macho se revolvió contra Livingstone, que logró salvar la vida gracias a que uno de sus ayudantes consiguió rematarlo. Una lesión permanente en el brazo izquierdo, que perdió bastante movilidad, fue el recuerdo que le dejó a Livigstone su primer encuentro con el África más salvaje. Pero aquello le trajo algo de positivo al joven misionero escocés. La noticia del incidente con el león corrió de aldea en aldea granjeándole una gran popularidad. También llegó la noticia a Europa convirtiéndose en el primer ladrillo sobre el que comenzó a construirse la gran leyenda que rodeará la figura de Livingstone. Aquel joven que estuvo a punto de morir bajo las garras del rey de la fauna africana pasaría treinta años explorando un continente mal conocido en occidente y se convertiría en uno de los luchadores más denodados contra el infame tráfico de esclavos, perdiendo en el camino la salud y algunos miembros de su familia. Su ardor misionero acabó trasformándose en pasión por la exploración geográfica.