El precursor del gran Muhammad
Antes de Muhammad Ali, fue Jack Johnson, el precursor, el negro que despreció a los blancos y les hizo enrojecer de ira, el primer negro en subirse al trono de los grandes pesos entre disturbios, peleas y muertos. Primero le pusieron todas las trabas posibles para luchar por la corona y luego le trataron como al enemigo público número uno. Nunca le perdonaron el color de su piel ni su arrogancia con los rivales blancos, ni que se paseara en limusinas con guapas mujeres blancas, ni que pusiera en el tapiz a todas las esperanzas blancas. Jim Jeffries salió de su retiro con "el propósito de demostrar que un hombre blanco es mejor que un negro". Se tuvo que comer sus palabras. Johnson reinó hasta que quiso recostarse sobre el tapiz en un ring en La Habana frente a Jess Willard, en uno de los más grandes tongos de la historia del boxeo. Así lo contó Johnson: "Me engañaron. Yo estaba perseguido por la Justicia y tenía prohibida mi entrada en EE UU. Jess Willard me visitó un día y me ofreció un salvoconducto y 100.000 dólares. Acepté con la condición de que un año después se disputase la revancha. Me dejé vencer, pero esos canallas no cumplieron".
Fue un gigante y un rebelde, que defendió la igualdad de su raza en tiempos terribles. Sus padres habían sido esclavos y el recibió constantes amenazas del Ku-klux-klan. Nunca cedió. Vivió dos años en España y fue un personaje popular en Madrid y Barcelona. Se enamoró de los toros, se hizo amigo de Belmonte y el Gallo y hasta hizo sus pinitos con el capote en la mano. Presumía del color de su piel y del poder de sus puños. Rompió la barrera que los blancos habían puesto a todos los peleadores negros. Esa fue su gran victoria. Una hazaña para la historia.