Tanta paz lleve como descanso deja
Si Ramón Calderón no se hubiera puesto digno y aparente después de la derrota del Real Madrid en Valladolid (15-N) y hubiera hecho caso a Mijatovic, que le propuso destituir a Schuster fulminantemente, el equipo hubiera ganado al futuro tres semanas en las que retrocedió más que avanzó. Venció al Recreativo, pero perdió ante el Getafe y el Sevilla y pasó de estar a cinco puntos del Barça, a nueve. Desde entonces, el alemán estaba sentenciado, como tituló AS. Su despido, antes y ahora, era más que procedente. Llevaba varias semanas con ganas de que le echaran -no de marcharse-, cobrar el finiquito e irse a jugar al golf. No se entiende si no que nada de lo que se hacía en el club le pareciera bien, más allá de quien fuera el responsable. Él, nunca.
No se puede ser a los 48 años entrenador del Real Madrid, ganar una Liga y mostrarse tan infeliz y malencarado públicamente. Y más cuando eres una de las imágenes más representativas del club porque sales todas las semanas entre dos y cuatro veces al escenario. Se puede pensar mal y acertar al suponer ahora que no fueron casuales todos sus actos y declaraciones desde que se sintió sentenciado. Primero en Getafe dijo que una derrota como esa no le dolía por la forma de producirse y el domingo terminó de autodespedirse con su mensaje sobre el partido del Camp Nou y pidiendo un golpe de efecto. Una vez más tuvo que ser Raúl quien saltara a apagar el fuego. Sólo entonces Calderón se dio cuenta de que Schuster no tenía un pase más.