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El árbitro se cuela en un gran partido

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Lo que menos se puede y se debe esperar de un partido tan tremendo es que se decida por los errores arbitrales, no por los méritos de los dos equipos, que ambos los acumularon suficientemente. El Sevilla amontonó créditos en el primer tiempo con un fútbol práctico y preciosista, basado en una gran presión en campo contrario y apoyos constantes. El equipo desplegado en triángulos que ocupaban todo el ancho y largo del campo, con clara superioridad numérica en el centro del campo (cinco contra tres) y mucho más profundidad a pesar de la ausencia de Luis Fabiano.

Recurrió el Madrid tras el descanso a lo que tiene. Su fe, su alma, su casta. Contribuyó también, por fin, que Schuster se diera cuenta de que con los hombres que le quedan no puede seguir jugando con tres arriba y la banda derecha muerta de risa. No fue casualidad que la reacción coincidiera con la disposición táctica: Robben a la derecha, Drenthe a la izquierda, Guti y Gago en el centro y arriba dos delanteros. Ese 4-4-2 es mucho más coherente. Bajo ese dibujo creció Gago, apareció Higuaín, engrandeció Robben a pie cambiado... y del 1-3 se pasó al 3-3. Justo ahí apareció la figura del árbitro y en una jugada concreta decidió quién no iba a ganar el partido.