Por fin música para la Roja
Un ojo en El Prater y otro en la pantalla del portátil. El reloj cabalga a galope hacia las once, la hora límite para enviar la crónica. Sin embargo el partido camina hacia su final a paso de tortuga. Siempre ocurre lo mismo cuando gana tu equipo. Los segundos son minutos. Los minutos, horas. Las tripas me abrasan por dentro. Las piernas se mueven instintivamente como poseídas por una tiritona polar-ártica. Después de vivir en directo siete Mundiales y siete Eurocopas, mis ojos ven por fin a España en una final y además está ganándola con una solvencia futbolística no mostrada por ninguno de los últimos campeones.
La premura por el cierre de la primera edición me obliga a hacer algo de lo que siempre huimos los cronistas. Escribir sobre la marcha. Da mala suerte. Es una axioma periodístico que se cumple sí o sí. Basta que pongas un titular o arranques una crónica sobre una presunta victoria del equipo que va por delante para que marque el contrario. Tiro para adelante a pesar de todo. Los dos ojos ya están fijos en el portátil. Lo de abajo está controlado. España defiende su gol atacando. Con la posesión de balón, como mandan los puristas. Los dedos vuelan sobre las teclas al mismo ritmo que Xavi, Iniesta, Silva... circulan la pelota. A la izquierda el fondo alemán está en silencio. A la derecha, el español vibra. Escucho "olés".
La marea roja ruge. España mueve y mueve. Toca y toca. Luis se desgañita en la banda. Se va a salir con la suya. Gesticula. Recuerdo su "ganar y ganar". Me cuesta controlar los nervios. En ese momento la condición de español y aficionado al fútbol desde antes de tener uso de razón manda ante la obligación. Llega la hora del título de la crónica. España, campeona de Europa. Cortito y al pie. Por fin escucho la música del We are the champions en honor de la Selección. De mi Selección. Ya, cuando me toque, me podré jubilar tranquilo. Gracias ROJA.