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La cara de Guti lo decía todo

La impotencia del Real Madrid anoche se reflejaba claramente en los rostros de algunos jugadores. Dejo a un lado lo de Heinze porque de tanto vociferar, increpar a los árbitros e ir de duro, empieza a ser muy cansino. El argentino confunde cada día más agresividad con dureza, implicación con practicidad. Resulta más elocuente lo de Guti. A las primeras de cambio ya tenía el gesto torcido, estaba desencajado. Eso implica muchas pérdidas de balón, patadas a destiempo y recriminaciones al colegiado. El resultado es que se olvida de jugar al fútbol, de su función de organizador. Si además otea el horizonte y ve que nadie le tira un desmarque, el ataque de nervios es total. No se puede pensar con ese estado de crispación, no fluyen las ideas cuando te peleas con todo el mundo. En circunstancias tan adversas como las de ayer en Zorrilla, si alguien debía mantener la cabeza fría era Guti. Y pasó todo lo contrario. Ni una a derechas.

Lo alarmante es que viene ocurriendo temporada tras temporada, así desde hace tres lustros. Nos hemos acostumbrado a vender la historia de que a Guti hay que esperarle, como a los toreros de arte, que una tarde suya de inspiración vale por diez, y hasta él se lo ha creído. Pues nada, sigamos esperando. Pero un equipo no puede estar a expensas de tamaña irregularidad. Por desgracia acaba dando la razón a todos aquellos entrenadores que le relegaron al papel secundario de jugador de un cuarto de hora.

Ayer tocaba ser torazo en plaza ajena y Guti se arrugó. A su manera, esto es, perdiendo la fuerza por la boca, buscando culpables cuando no le salían las cosas. En definitiva, mirando para otro lado. Por un momento pareció que se quería borrar del partido, como hizo Heinze en los últimos minutos. Igual Schuster debería ahorrarse alguna bronca con la prensa y utilizarla en el vestuario. Guti lo agradecería...