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Los hilos que mueve Xabi Alonso

Rafa Benítez bajó las escaleras camino de los vestuarios malhumorado. Maldecía en español, no en inglés como obliga a hablar a todos sus jugadores con toda la razón del mundo. Había perdido dos puntos. O lo que es lo mismo, había desaprovechado la ocasión de haber alicatado el primer puesto del grupo con dos partidos en Anfield todavía por delante. Aguirre, por el contrario, se encaminó hacia su caseta pensando que en un día de diluvio, ya llovía menos. El resultado no era malo. Después de perder consecutivamente, y de aquellas formas, ante el Sevilla, el Barça y el Madrid, arrancarle un punto al Liverpool tal y como transcurrió el partido y sin el Kun hasta después del descanso, era para estar medianamente satisfecho.

Resultado al margen, el Liverpool travestido de azul con medias blancas -sin su camiseta roja nunca será lo mismo - dio bastante más sensación de equipo que el Atlético. Quedó plasmado que Benítez tiene una idea, un concepto, un estilo, un trabajo concienzudo bien asimilado por sus hombres. Desgraciadamente, de Aguirre no se puede decir lo mismo. Resulta extraño, aunque no le saliera mal, que no cuente en toda latemporada con Camacho y le ponga a dirigir el juego en un partido vital para el futuro en la Champions. Por no incidir en la presencia de un virgen Domínguez en el centro de la defensa. Uno y otro cumplieron con creces, pero no dice mucho en favor de un técnico que da la sensación de vivir a unos impulsos que son malos consejeros de futuro.

Un futuro, sin embargo, que cada día se abre más para la figura de un jugador que crece y crece: Xabi Alonso. Ha alcanzado la madurez futbolística. Ayer se colocó un escalón por delante de Mascherano y manejó a su equipo con esos hilos que cuelgan de sus botas y que parece convertir a sus compañeros en marionetas que se mueven a su ritmo. Ahora en corto. Ahora en largo, Ahora a la derecha, a la izquierda. No tenía a Torres para darle esos pases en profundidad. Tampoco Gerrard fue su mejor aliado, pero él se bastó para mantener el tipo. No fue casualidad que su equipo se cayera cuando él se marchó. Ni mucho menos.