La crisis ha llegado al deporte

La crisis ha llegado al deporte

En baloncesto, la crisis inmobiliaria hizo desaparecer al Akasvayu y dejó la ACB en 17 equipos. En ciclismo, la crisis financiera ya puso fecha de caducidad al Cofidis y al Crédit Agricole; ahora el futuro del Caisse d'Epargne es incierto. Cualquiera firmaría que esto se parara aquí. Pero en ciclismo hay más entidades bancarias que financian equipos y en nuestro baloncesto tres cajas de ahorros tienen equipos en Málaga, Sevilla y Zaragoza. Y después vendrán las comunidades, diputaciones y ayuntamientos, que en algún momento tendrán que dar ejemplo, apretarse el cinturón y dejar de tener funcionarios de 300.000 euros al año, cantidad que algunos clubes pagan a sus jugadores con las subvenciones de dinero público que reciben.

No se puede vaticinar un buen futuro a nuestro deporte, no. Es la consecuencia de tener un deporte mal llamado profesional, porque vive por encima de sus posibilidades pues genera menos de lo que ingresa. Los recursos proceden mayoritariamente de las administraciones públicas y si se pincha la burbuja aparece la inflación. No es el caso del tenis, de la Fórmula 1, de las motos, del golf, cuyos ingresos proceden de los derechos de televisión y de los grandes patrocinadores. Se podrán resentir de la crisis mundial, pero ya han superado momentos muy delicados como cuando se les prohibió anunciar marcas de tabaco y de alcohol. Quienes viven, en cambio, de la caridad o de las componendas lo tienen más difícil. Lo empezamos a ver.