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Toca asumir un problema grave y real

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La ira de la afición del Liverpool hacia la UEFA podía leerse en miles de mensajes enviados a foros de internet. Ahora que estamos apretándonos el cinturón, nos vienen con que hay que cambiar el plan de viaje, se quejan. La UEFA no piensa en la hinchada, se lamentan. El castigado no es el Atlético, sino los aficionados del Liverpool, insisten. Pero, y ahí estaremos un día todos de acuerdo, la UEFA tenía que actuar porque los incidentes fueron muy graves. Y el peor de ellos no fueron los insultos racistas porque, al fin y al cabo, ese comportamiento vil se escapa del control del club madrileño. Lo peor es que el Atlético cometió gravísimos errores de organización y eso sí estaba en sus manos.

La UEFA monta una competición entre equipos europeos y exige una serie de condicionantes: que se garantice la seguridad del equipo contrario, la de los medios de comunicación, acceso a los minusválidos, un entrenador que se comporte... Todo eso fue violado y es lo que le ha costado dos partidos más uno al Atlético. Eso más los insultos racistas a periodistas, futbolistas y aficionados rivales. ¿De verdad vamos a un estadio de fútbol para ver eso?

Hace mucho que se oyen en campos españoles sonidos de monos, insultos inadmisibles a jugadores suramericanos, ofensas homófobas. Pregunten a un grandísimo número de futbolistas extranjeros que lo han sufrido, pero que no se sienten con fuerza para denunciarlo porque en nuestro país se ha justificado ese comportamiento desde siempre. Ya no vale decir, 'ah, es una moda' o 'son dos chalados'. Son más de dos y de doscientos y ese es, por cierto, el tipo de comportamiento que cierra campos y que nos da una imagen tercermundista. Dejemos de hacerlo, pero por encima de todo dejemos de excusarlo. ¿Somos tercermundistas? La respuesta, en los campos españoles en las próximas semanas.