Yo digo Víctor Fernández

Al frente, Don José María I

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En la ciudad del botellín de Cruzcampo fresquito, del ombliguismo de la más pura mediocridad anclada en los pasos de Palio y en la Feria. En una ciudad con escaso movimiento empresarial y nula ambición, en la que la tapa de caracoles es la mejor recompensa para todos, resalta un personaje con todos los valores contrarios que hunden a esta bendita tierra: Don José María del Nido I de Nervión. Si el Sevilla abandonó hace unos años su triste historia fue, fundamentalmente, por él.

En medio del huracán que desató la alineación que Jiménez sacó en el derbi, Del Nido irrumpió para aniquilar a los pelotas que defendían lo indefendible, para asumir la crítica con valentía, para asfixiar de presión a jugadores, entrenadores y secretarios técnicos. "Quiero una crisis institucional cada vez que perdamos. No queremos un Sevilla plano. Somos el Sevilla de la presión". Y lo hizo en el momento justo. Cuando algunos comenzaban a gestar esa habitual y mediocre campaña de convertirse en mártires de la crítica para justificar errores. Con él, con Don José María al frente, acude el nuevo Sevilla al Calderón a medir sus fuerzas. El equipo gana, pero no convence. Y el presidente no se conforma con esto. Él es el que mantiene viva la ambición sin taras. Su prepotencia es el orgullo de los sevillistas; su valentía, el gran aval; su exigencia, la maldición de los perdedores. El listón que se exige es más alto que el que le piden sus aduladores. Es el Hércules que sostiene las columnas del templo sevillista.

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