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Veteranos de Alejandro Magno

Después de seis largos días, ha salido el sol y hemos visto refulgir la hermosa y blanca mole del Manaslu (8.163 m), la Montaña de los Espíritus. Una montaña que desparrama sus glaciares hasta adentrarse en los frondosos bosques que hemos tenido que atravesar para llegar hasta aquí y que sus habitantes han poblado con sus miedos, dioses y esperanzas. Al otro lado del bosque se encuentran las montañas inalcanzables, los torrentes vertiginosos, los lagos cristalinos, y los sueños de aquellos románticos que hicieron del alpinismo un arte del conocimiento, de la exploración y, por tanto, de la vida y no de la muerte. Quizás, para muchos de los que comparten con nosotros este campo base, (este año muy masificado) escalar esta montaña sólo se trate de un ejercicio de vanidad para poder presumir un día en un pub de moda. Incluso para algunos de mis compañeros más jóvenes esta experiencia sea poco más que una gesta deportiva. Es normal, es su tiempo, siguen su camino. Pero como me confesó hace pocas semanas Walter Bonatti, siento cierta pena por ellos porque se han perdido sentir lo mejor que ofrece esta actividad.

Nos jugamos mucho en este ochomil, que puede ser el undécimo de Edurne Pasabán. Cuando a primeros de agosto un grupo de veteranos de nuestro equipo conseguía alcanzar la cima del Gasherbrum IV, al margen de cualquier patrocinador importante, sin la tele, sin apenas eco en los medios de comunicación, recordaba cómo empezamos esta gran aventura. Era la misma montaña que, cincuenta años antes, habían escalado Mauri y Bonatti. Justo en el mismo año en el que había nacido uno de nuestros compañeros, uno de ese selecto grupo de veteranos.

Era la cima más querida, pero sobre todo el resultado de la eficiencia y amistad del equipo. Por eso le he dicho ayer a Edurne: si ganas que sea porque eres la que mejor equipo tiene. En uno de los mejores libros escritos sobre Alejandro Magno, que acabo de terminar, he sabido que fueron sus veteranos, hombres que superaban los cincuenta años y que le habían seguido durante dieciocho años atravesando casi 20.000 kilómetros de Asia a pie, los que conquistaron casi todo el mundo conocido. Y los que, muy poco tiempo después de la muerte de Alejandro, decidirían en el campo de batalla, la división del imperio macedonio. Caminando estos días hacia el Manaslu, al lado de mi buen amigo Antonio Perezgrueso, pensaba en lo útiles que son, en todos los lugares y todos los tiempos, esos veteranos que lucharon hasta el final. Para el próximo equipo, le he dicho a mi amigo, no dejaremos entrar a ninguno con menos de cuarenta años. Luego nos hemos echado a reír. Ojalá tengamos suerte y nos acompañen los espíritus.

Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible', de TVE.