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Villa, la voracidad sin límites

Un entrenador debe pedir a un goleador que sea egoísta, que intente meter en la portería todos los balones que le lleguen. Con Villa se ahorran ese trabajo. Todo le parece poco. Penaltis, faltas, rechaces, lo chuta todo. Y nadie le puede toser. Haber rebasado la veintena de goles sin jugar todavía cuarenta partidos está al alcance de muy pocos en cualquier selección del mundo. Demostró la misma ambición cuando nadie quería el siete en la Selección. Él no dudó un segundo. Tampoco le altera jugar como primer o segundo punta. Le es indiferente. Acaba encontrando el hueco, el momento. Sus últimas actuaciones en el nuevo equipo de Del Bosque confirman el acierto del Valencia renovándole casi de por vida y premiándole con la ficha más alta del club.

Añade otra virtud, extradeportiva. Junto con Casillas, Xavi, Puyol y Xabi Alonso, es ya de los veteranos del vestuario, pero por eso no ha torcido el gesto, ni se ha hecho más arisco. Sigue comportándose con mucha naturalidad y no se percibe que ejerza ninguna influencia negativa en el grupo. Igual es porque su prioridad es la de marcar goles, más que liderar nada, a semejanza del capitán Casillas, que primero se dedica a parar y luego a lucir brazalete. Su peso, sin embargo, se nota por el simple hecho de que no genere ningún debate su titularidad, ni siquiera cuando Torres ha estado en condiciones y Luis optaba por jugar con único delantero. Villa lleva dos años siendo intocable en cualquier dibujo táctico. Con Del Bosque, también.