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Herederos del gran Alejandro

Regreso, como casi todos los años desde hace ya 27, a Skardú, la capital del Baltistán pakistaní, la región montañosa más importante, abrupta y espectacular de la Tierra. Pero esta vez es especial porque cumplo un sueño largamente deseado: enseñar estas montañas que cambiaron mi vida a mi hijo Javier. Cuando estaba a punto de nacer, mi vida se encontró en una encrucijada: pasaba de hacer telediarios a escalar las montañas más altas del planeta y a hacer documentales, aunque enseguida pude comprobar que era mucho más comprometido y arriesgado. En pocos meses perdería a dos amigos y otro quedaría gravemente herido. Pero el recuerdo de estas montañas y estas gentes me ayudaron a no doblegarme ni echarme atrás. Desde entonces he planificado y dirigido más de 40 expediciones al Karakorum y, de lo cual me siento aún más orgulloso, estamos realizando un proyecto de cooperación para ayudar a cambiar la vida de una de las más necesitadas aldeas de montaña.

Es posible que hace 27 años fuéramos demasiado audaces y, a veces, hasta imprudentes. La juventud se cura, generalmente, con los años, pero en nuestra profesión se necesita además bastante suerte. Doy gracias a todos los dioses de las montañas por haberme ayudado a poder pasear aquí con mi hijo, al tiempo que le contaba las veces que he pasado por aquí, compartiendo experiencias extremas con amigos con los que se puede ir al fin del mundo. Ahora mismo sonrío para mí, pensando en la paradoja de que este sitio, cuyo nombre pudiera derivar de Iskander, el gran Alejandro, haya sido el culpable de esta vida errante que elegí llevar. Y aunque uno no está tan mayor como para sentirse viejo, a veces ya comienza a mirar hacia atrás con nostalgia. Hoy hemos paseado por las calles de Skardú al atardecer. Y nos han parado muchos amigos que querían saludarnos. Otros, desconocidos, nos han invitado a un té mientras nos contaban el hartazgo de esta situación de guerra, entre talibanes y el resto del mundo, americanos en Iraq, indios y pakistanos, y muchas más, de la que ellos sólo son los perjudicados. Algunos me preguntaban qué podían hacer para irse a España. Otros nos felicitaban por el éxito de la Eurocopa. Muchos se reían con la noticia que han hecho correr los norteamericanos diciendo que Osama Ben Laden estaba en el campo base del K2.

Total: más daño al turismo ya no pueden hacer. Pakistán se encuentra en todas las listas de los países prohibidos por nosotros los, en teoría, países civilizados. Pero el otro día en Londres el aeropuerto funcionaba mucho peor que el de Islamabad. A esta gente les falta de todo, pero tienen sentido del humor, son fuertes como las rocas que soportan sus montañas y sostienen la mirada con el mismo orgullo que debieron tener aquellos soldados macedonios que se atrevieron a conquistar todo el mundo conocido. A veces, le he dicho a mi hijo, se aprende más paseando por Skardú que leyendo los periódicos o viendo los noticiarios en casa.

Sebastián Álvaro es director de Al Filo de lo Imposible.