La falsa leyenda del Niño Torres
Con Fernando Torres en la Selección, a menudo los árboles no nos dejan ver el bosque. La relación amor-odio con Luis, varios partidos grises y un sistema que parecía sentarle tan bien como a mí la lycra ajustada, nos hacían temer lo peor. Confieso que me pasé el mes anterior a la Eurocopa intentando justificar el naufragio antes de que se produjera. Que tanto tiqui-taca le condena a recibir de espaldas y rodeado, que los diminutos nunca le buscan al espacio, que no iba a brillar, que así no hay manera, que no sería culpa suya... Olvidé un principio básico: no es inteligente desconfiar de un fuera de serie.
Ahora, tras un notable partido contra Rusia y un buen gol ayer, el panorama se despeja. Y lo piensas con calma y te das cuenta de que lo normal es esto, que el Niño aparezca cuando la Selección le necesita, que ya lo ha hecho antes. Porque ya fue el mejor de España en el pasado Mundial (tres goles) para el que nos clasificamos gracias a que en el día D de Bruselas apareció con un fabuloso doblete. ¿Por qué olvidamos todo esto? Porque le llevamos sometiendo a tal escrutinio desde los 16 años que nunca nos parece bastante. En serio, ha llegado la hora de que dejemos de dudar de lo obvio, ya ha demostrado con creces que con él, al fin del mundo. No es fe, es puro sentido común.