Sobre el querer y el poder
Escribía ayer Relaño que va a ser verdad que podemos. Cuatro goles y un grupo de once hombres brillantes convertidos en un Equipo que no se deja amilanar por (malos) presagios, farios y sombras históricas, aferrándose, en cambio, a su propia voluntad y talento para encarar el destino. Una actitud que me ha hecho pensar en un tipo que hizo eso mismo con su vida hace unos cuantos siglos. Sin duda era "de armas tomar", como lo define Arturo Pérez-Reverte, y vaya si lo fue. Y en el más estricto sentido de la palabra. Finalizaba el siglo XVI, cuando, con doce años, Alonso de Guillén Contreras despacha de unas cuantas cuchilladas a un compañero de clase. Con quince ya está peleando en Flandes. Luego el Mediterráneo se convertirá en su territorio de caza, donde capitaneará naves de la orden de San Juan y luego se empleará como corsario contra el turco, una actividad que bordeaba los límites entre la contienda reglada y el pirateo sin limitaciones.
A este carácter poco paciente y proclive a la cólera se le unió una mano ágil y diestra con el acero, como pudieron comprobar su propia mujer y su amante a quienes "... cogí juntos una mañana y se murieron. Téngalos Dios en el cielo si en aquel trance se arrepintieron. Las circunstancias son muchas y esto lo escribo de mala gana". Y es que todas estas peripecias, y muchas otras más, las conocemos no por el relato de un escribano, sino por la propia mano del capitán Contreras. Al escritor Javier Marías y su sello editorial Reino de Redonda nos debemos la oportunidad de acompañar a este soldado en su tumultuosa biografía. Se trata de una reedición de Vida de este capitán Alonso de Contreras, prologado por Arturo Pérez-Reverte (que lo ha convertido en personaje secundario de su saga sobre el capitán Alatriste), y que también contiene un interesante estudio preliminar de José Ortega y Gasset, quien lo publicó en Revista de Occidente en 1943.
Como bien escribe Reverte, Contreras no fue el único soldado que escribió su vida, pero sí el mejor por su sobriedad y falta de pretensión literaria. De esas páginas emerge el relato contundente de alguien que, como señala Ortega, pertenece a una especie única: el soldado. Antes, en la Edad Media, sólo había existido el guerrero, el caballero, y luego vendría el militar. Contreras perteneció a esa máquina de guerra inexorable y feroz como un desastre natural en unos siglos tan terribles como fructíferos. Hay quien, como Eric González, ha querido ver en este relato la biografía del hombre moderno, aquél que enfrenta cada día su fortuna sin echarle la culpa a designios divinos ni hados caprichosos. Tomaban la vida en sus manos y la apuraban hasta el fondo sabiendo que debían arreglárselas por su cuenta pues vivían y morían de igual modo: solos. No deja de ser una interesante reflexión para los que hoy nos representan en los campos de juego.
Sebastián Álvaro es director de Al filo de lo imposible.