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Hay que empezar a hablar claro

Tras superar el corte, está claro que Madrid, más tarde o más temprano, terminará albergando unos Juegos Olímpicos. Será en el 2016, con el permiso de Tokio, Chicago y Río de Janeiro,o lo será en el 2020. Superado el varapalo que nos dio Londres al ser la ciudad elegida para celebrar los Juegos del 2012, renace la esperanza. La ambición olímpica madrileña. Y, con ella, la necesidad de que los atléticos sepamos cuál será nuestro estadio del futuro y en qué condiciones tendremos que afrontar el doloroso trámite de dejar el Vicente Calderón. Urge dar por finalizadas esas interminables negociaciones con el Ayuntamiento, de las que nada sabemos. No hubiera estado de más que esas arduas discusiones se hubieran desarrollado con más transparencia.

Los aficionados podemos entender la discreción al uso a la hora de fichar jugadores, pero lo que no tiene un pase, lo que no se puede entender, es que no se esté dando la máxima información en un asunto prioritario como el del cambio de estadio y el posible desembarco de la hinchada rojiblanca en La Peineta. Presumimos que los dirigentes del club están obrando de buena fe, que están buscando lo mejor para el Atlético; para el club, sus jugadores y sus aficionados. Es decir, que están sacando las máximas ventajas por la venta del Calderón y sus terrenos aledaños, que están garantizándonos la propiedad del nuevo estadio. Se trata de dar el impulso definitivo al Atlético del siglo XXI. Y esto no es asunto menor. Claro que no.