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Torres o el regalo de la generosidad

Los goleadores natos, de cuando en cuando, se acuerdan del compañero mejor colocado. De cuando en cuando, corren para tapar el hueco que ha dejado el medio. Este de cuando en cuando no es el caso de Torres. En el Atlético aprendió la cultura del sufrimiento, pero también la de la solidaridad. ¿Doce kilómetros por partido? Y lo que haga falta. Ayer era el día para el lucimiento de los delanteros. Torres sacrificó esa batalla personal desde el comienzo. Su regalo a Villa para abrir la lata rusa fue el comienzo de una goleada que nos hace soñar nuevamente con el título. Pero hizo mucho más. Basculó por todas las zonas de ataque, incordió, metió el cuerpo y protestó.

Pero, por encima de todo, me quedo con dos detalles. El primero tiene que ver con la forma de celebrar los goles con Villa. Ahí no había fingimientos, sino satisfacción. El egoísmo del delantero centro no apareció por ninguna parte. El segundo detalle lo vi cuando Luis decidió cambiarle, para mi gusto, y seguro que para el del Niño también, demasiado pronto. Ni una mueca de desaprobación. Todo lo contrario, palmadita para Cesc y gesto de cariño para Luis. Así se hace equipo, así se llega lejos, centrándose en el grupo...