Una plantilla para poder disputar las tres copas
El Aleti está en Champions. Cuando escribo esto acaban de pulirse al Oporto y puede que estemos en Champions pero un poco mejor. Del Benfica y la categoría que den los de UEFA al equipo del águila de fuego dependerá que el contrincante sea un primer espada o un segundo de esos que parece tontito, te despista y te cruje a traición. En el primer grupo o en el segundo, al final tanto da: en cualquiera de ellos el esfuerzo no será pequeño. Estamos en Europa, en la Liga, en la Copa del Rey. Es un tristísimo hecho que equipos que afrontan las tres competiciones después de una temporada brillante pasan las angustias del cólico miserere en la siguiente. Y a veces claudican, entra la duda y se van al hoyo. Cada año. Para lo cual, no hay más solución: dos buenos por puesto. Y con compromiso; gente que acepte que en el fútbol de hoy todo el mundo es titular, hasta el que juega diez partidos o sale en las segundas partes. Futbolistas con hambre de gloria que entiendan que la mejor manera de alcanzarla individualmente es formar en un equipo que la conquiste. Se acabaron ya los tiempos de alineaciones de carrerilla aunque siga habiendo mejores y peores. Como en las viejas Cortes aragonesas le decían los nobles al Rey: cada uno como vos, todos juntos más que vos. Pues eso: todos juntos y siempre por encima del afán personal. Todos juntos más que vos es una buena definición de equipo. Para acertar con la armónica nota que da ritmo conjunto, ya me parece bien que siga el entrenador.
Es más sencillo trabajar desde la continuidad que desde la improvisación ¡pero si un entrenador que lleva relativamente poco tiempo es ya el sexto en número de partidos dirigidos en la historia del club! Uno de los secretos de Augusto César Lendoiro para labrar la mejor secuencia del Deportivo desde que se fundó estriba en la continuidad de los entrenadores aunque el mundo blanquiazul a coro le pidiera la cabeza del cristiano. Esa también es la gloria de los grandes clubes ingleses que han conseguido éxitos y estilo propio por la persistencia de sus directores. Si además el entrenador es un hombre normal, que no se arrisca en los errores, los acepta y corrige sin variar sus principios, el triunfo estará más cerca. Pero ningún entrenador del mundo gana sin jugadores. Así que toca lo que toca, alzar la plantilla y enseñar a los que lleguen que la camiseta que se van a poner pesa pero agranda.