Ídolo de una generación de atléticos

Ídolo de una generación de atléticos

Se imaginan a Cristiano Ronaldo vestido de rojiblanco? Ahora parece una utopía, pero hace 21 años una situación parecida fue posible. El mejor jugador de Europa del momento fichó por el Atlético. Se llamaba Paulo Futre y su adquisición causó sensación en todo el continente. Futre venía de ganar la Copa de Europa con el Oporto y había dejado al mundo con la boca abierta con su exhibición en la final. Jesús Gil ganó las elecciones a la presidencia gracias a su fichaje. Gil tuvo muchas cosas malas, pero también positivas y durante su mandato algunos de los mejores jugadores mundiales vistieron la rojiblanca. Para mi generación, el portugués fue el que caló más hondo de todos. Capaz de lo mejor y a veces de lo peor, nunca olvidaremos sus arrancadas, sus regates y sus remates en el Calderón. Paulo nos hizo felices con su juego y eso no se olvida.

El día de mayor felicidad fue una tarde de junio de 1992 en el Bernabéu. Desde entonces se pueden contar con una mano los días de gran alegría en el Atlético: el doblete, el ascenso y poco más. Pero quizá ningún éxito como aquel en casa del gran enemigo. Por un día, nos sentimos como se sienten habitualmente los del Madrid: más fuertes, más guapos, el centro del universo, tocados por una varita. Por un día, Paulo Futre y un equipo al que sólo le faltó ganar una Liga hicieron que los aficionados rojiblancos se volvieran locos. El Atlético doblegó en su estadio al Madrid de la Quinta y el golazo de Futre a Buyo forma parte de la leyenda del club. Es de esos goles que cuentan los padres a los hijos. Uno vivió esa final de Copa del Rey haciendo sus primeros pinitos como periodista y le quedó marcada para siempre. Como Futre y sus galopadas por el Calderón. Ojalá hubiéramos tenido muchos como él.