Ayer hubo reunión técnica en la Federación Española de Baloncesto para ultimar detalles de la organización de la gira que hará la Selección y de su viaje a Pekín. Pepu Hernández, el seleccionador, no acudió porque le coincidió con una conferencia. A José Luis Sáez, el presidente, se lo llevaban los demonios. Si le quedaba algo de confianza en Pepu, ayer la perdió totalmente. Me da la impresión de que Sáez se tomará muy en serio la posibilidad de cambiar de seleccionador en cuanto vuelva de Tánger, donde hoy firmará con Nawal El Moutawakel, ministra de Juventud y Deportes, un acuerdo para crear una escuela de baloncesto. En su equipo ya hay quien mira cómo rescindir el contrato de la manera más ventajosa posible.

El tema corre prisa, porque el cambio de seleccionador tendría que ser antes de doce días, para cuando acaben los playoff (a lo más tardar, el 8 de junio), que es cuando se da la lista, aunque jugando Tau y AXA Barcelona poco queda ya por ver y por decidir. Si no lo hiciera por no llegar a un acuerdo con el sustituto deseado (Aíto y Scariolo encabezan la lista) se habría metido en un lío. Sus malas relaciones con Pepu están creando demasiada tensión. Dimitir no conseguirá que dimita. Pepu, al fin y al cabo, no ha desatado ninguna guerra. Él simplemente espera. Tampoco ha dado ningún paso en falso anunciando su fichaje por algún club. O le cesa o tiene que empezar a confiar en él. Dentro de dos semanas ya puede ser tarde.