Si ficha mi hermana, no lo hace peor
Javi Moreno, que un día en un entrenamiento tiró diez penaltis y sólo uno cogió puerta: dio en el palo. Musampa, al que los insomnes de Majadahonda aún añoran por su afición a poner estupenda música a todo trapo durante la madrugada (para concentrarse, supongo). Novo, que estaba triste. Ibagaza, que estaba contento. Nikolaidis, una apuesta de futuro que pasó directamente de delantero del Atleti a presidente del AEK. Rodrigo, que hizo poco pero mal. Olivera, que jugó 21 minutos en total. Velasco, que inauguró una larga estirpe de laterales derechos autistas. Salva, un hombre... pero quizás no un futbolista.
Pato Sosa, que se cayó intentando dar tres toques al balón en su presentación y luego pegó a un hincha. Richard Núñez, al que casi matan sus compañeros por marcar dos goles en un partido que no querían ganar para no ir a la Intertoto. Galletti, el hombre daltónico que sólo daba pases a los de rojo y blanco cuando jugaba en San Mamés. Zé Castro, que a mi madre le parece muy tierno y a los rivales, también. Maniche, otro mundo: positivo por alcoholemia, récord de multas por llegar tarde, mandó a la afición a la Gran Vía, se encaró con la grada y acabó insultando a Aguirre antes de huir y dejar cojo al equipo. Costinha, que hacía vestuario y caja. Eller, cuyo momento culmen fue meter un gol con un rival desmayado. Cléber, que se presentó como el nuevo Deco y es el nuevo Maguy.
Sí, ha sido un largo y extraño viaje. Una comedia amarga de la que han sido carne de cañón en primera línea de fuego Futre, Toni y Pitarch, pero siempre con la mano de los sucesivos agentes de cabecera de Gil Marín (Casal, Quilón, Camaño, Mendes...) moviendo los hilos. Por suerte, a base de fichar diez por año, también aterrizaron Agüero, Forlán, Simao, Maxi, Raúl García... Hemos tardado más que la mayoría, pero hemos llegado. Eso sí, ahora dejemos los chistes para otros, ¿vale? Ya es hora.