NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Los treinta fantasmas de cada vivo

Tras cada hombre viviente se encuentran 30 fantasmas, la proporción con que los muertos superan a los vivos. Desde el alba de los tiempos, aproximadamente cien mil millones de seres humanos han transitado por el planeta Tierra... Es un número interesante, pues por curiosa coincidencia, hay aproximadamente cien mil millones de estrellas en nuestro universo local, la Vía Láctea. Así, por cada hombre que jamás ha vivido luce una estrella en este Universo." Con este deslumbrante párrafo, capaz de hacernos viajar mentalmente por toda nuestra galaxia desde el mismísimo Big Bang, iniciaba Arthur C. Clarke el prólogo de su novela 2001, una odisea espacial y que sería la base para que Stanley Kubrick realizara un clásico del cine.

Hace unas semanas que murió, en Sri Lanka, este creador que nos ha ayudado en la aventura de explorar el territorio más fascinante de cuantos puede enfrentar el ser humano: el futuro. Pertenece a la estirpe (que le emparenta con Julio Verne o Stanislaw Lem) de los que han sabido mostrarnos que la ciencia es también una aventura que explora el espacio y el tiempo. Literatura para avizorar la oscuridad que envuelve lo que nos espera. Literatura para mitigar nuestro miedo de primates desnudos. Literatura para soñar con otros mundos. El hecho de que algunas de sus invenciones se acaben convirtiendo en realidad resulta un placer añadido para sus lectores y también para los creadores. Por fortuna, Clarke pudo ver hechas realidad algunas de sus ideas. Por 1945 especuló con la idea de utilizar los cohetes V2 alemanes (que sembraron de muerte y horror Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial) para poner un satélite artificial en órbita estacionaria, que giraría con el planeta permitiendo comunicaciones instantáneas. Veinte años después se lanzaría el primer satélite de comunicaciones de la historia de la Humanidad, en lo que conocemos como órbita de Clarke, donde hoy se apiñan más de 300 satélites.

Quien haya visto 2001 y haya asistido a la patética agonía de Hal 9000 mientras el humano Dave le va desconectando su mente cibernética, no podrá evitar un escalofrío al pensar en ese futuro de ordenadores capaces de pensar y ser conscientes de su existencia y de decidir la nuestra. En definitiva, somos nosotros los dueños de nuestro futuro. Nunca se ha conseguido algo sin esforzarse, y lo que merece la pena tiene que ver con el esfuerzo que hemos puesto en conseguirlo. Pensaba en la ciencia, pero es aplicable al triunfo en la Liga del Real Madrid, a la consecución de Edurne e Iván en el Dhaulagiri, y a cualquier suceso de nuestra vida cotidiana. En nuestras manos está hacer de la construcción de ese futuro una aventura fructífera. Se lo debemos a esos fantasmas que se apretujan tras nuestra sombra.

Sebastián Álvaro es director de Al Filo de lo Imposible.