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Higuaín escondía un goleador

No sé por qué pagaría más, si por la fórmula de la Coca-Cola o por la máquina de fabricar y promocionar nueves de River Plate. Crespo, Salas, Cruz, Saviola, Ángel, Maxi López, Cavenaghi, Figueroa, Farías y los que se me olvidan dejaron en el club gloria, primero, y plata, después, en los últimos diez años. Allí se hizo Di Stéfano y allí volvió el Madrid para comprar a Higuaín, menos que un ariete y más que un mediapunta, aún a medio hacer, porque en Argentina los talentos se venden sobre plano.

El Madrid lo trajo en invierno, sin pretemporada ni ambientación, y como golpe de timón, porque la Liga se le iba a Capello. Un recluta con la misión de un marine. Fue un milagro que sobreviviera, pero le ayudaron goles oportunos. Fue el clavo ardiendo de la Cofradía del Clavo Ardiendo. Buenas maneras y mala puntería le diagnosticaron en junio pasado. Suficiente para evitar una cesión, insuficiente para ser titular. Y así, jugando a ratitos, la portería se le ha ido haciendo grande. Ocho goles en 770 minutos, uno cada 96, incluido el del alirón. Ahora es el banquillo lo que se le queda pequeño. Que se apunte otra Mijatovic. Y que le compense Schuster con la titularidad en lo que queda.