Una forma distinta de celebrarlo
Por razones obvias no viví los dos primeros triunfos ligueros del entonces Madrid Football Club. El primero apenas congregó en la estación de Atocha a unas decenas de aficionados para recibir al equipo triunfador. No hubo entrega oficial del trofeo y la celebración tuvo lugar en el Hotel Nacional. En el segundo tampoco hubo manifestaciones masivas, sólo una comida en el Círculo de Bellas Artes, con asistencia de todo aquel que quisiera gastarse 13,50 pesetas.
Sí viví las dos siguientes. En 1954 se ganó con un 4-0 en Chamartín ante el Valencia. El entusiasmo en los graderíos superpoblados de Chamartín fue enorme y la salida se realizó en medio de un fervor inusual. El cuarto título tuvo mayores demostraciones. Se aseguró en casa del eterno rival. La gradona del Metropolitano se cubrió de blancos pañuelos para celebrarlo y los jugadores dieron una triunfal vuelta al campo. El domingo siguiente hubo una caravana de cien automóviles por las principales calles de Madrid. Por la tarde, antes del último encuentro del campeonato, desfilaron las peñas.
No existía lo de ir a Cibeles, ni fuegos artificiales, ni se usaban banderas, bufandas, camisetas y mucho menos el cacareado 'pasillo', nacido años después como simpático homenaje al campeón y que actualmente se pretende convertir en una humillante obligación. Eso sí, los aficionados disfrutaban con el triunfo y tomaban el pelo a sus adversarios con un sentido del humor y deportivo que hoy brilla por su ausencia.