Reflexiones ante una cuerda fija
Ya están todos en el campo base del Dhaulagiri. Se enfrentan a un tiempo difícil; de espera, de prepararse para el momento final. Son horas dedicadas a la reflexión, de cierta angustia y de impaciencia contenida. He hablado con mis amigos, un equipo de los mejores que hemos formado. Cada uno sabe lo que tiene que hacer, y lo hace. Su fortaleza y eficiencia aumenta cuando están juntos. En este momento dominar las ambiciones es fundamental, precisamente para conseguirlas y mantener una relación de igualdad con tus compañeros que trabajan para ayudarte a conseguir lo que quieres. Esto se hace imprescindible una reflexión. Desde hace tiempo comprobamos que hay un buen número que se apunta a ir de expedición sin otro motivo aparente que aprovecharse del trabajo donde hay equipos más fuertes que preparan la ruta.
Hasta aquí se podría pensar que es el peaje que tenemos que pagar por la mayor experiencia y eficiencia. Pero el número de expediciones con más morro que el oso hormiguero han aumentado de forma considerable. Personas sin la experiencia y el equipo mínimo para acometer una montaña de ocho mil metros, alpinistas que casualmente siempre llegan tarde al campo base, con todo preparado para ir a la cima, y que ponen el grito en el cielo cuando se insinúa que hay que quitar la cuerda fija, como exige la normativa y la ética del alpinismo. Algún día actuaremos de forma expeditiva: no vamos a trabajar para nadie, sólo llegaremos a acuerdos con expediciones con las que tratemos de igual a igual, en cuanto a material y trabajo, y no nos haremos cargo de la gente que se aventure en la montaña contando con el trabajo de otros.
Hace unos días, Ferrán Latorre, uno de nuestros mejores hombres y de las mejores personas que conozco, bajó a un alpinista polaco que, a pesar de nuestras recomendaciones, le dio por subir al campo 2 y cayó enfermo. Ferrán se vistió en la noche y le llevó al campo 1 para salvarle la vida. Una cosa es la solidaridad montañera, siempre exigible, y otra aprovecharse. Así que de antemano diremos que vamos a la cima, sin ningún compromiso más que el de nuestro equipo. Llevaremos nuestra cuerda para asegurar la travesía y la utilizaremos para subir y la retiraremos en la bajada. En esa travesía tanto Edurne como Iván, que ya es la tercera vez que llegan a esa altitud y luego se han dado la vuelta, han vivido momentos delicados y, en el caso de Edurne, dramáticos. Cuando ocurren cosas así pensamos mucho antes de volver a intentarlo. Queremos colocar el campo tres lo más alto posible para asegurar este paso. Puede ser la clave. Y necesitaremos esa cuerda para bajar. Espero que todos hagan lo mismo.