Noche de sentimientos encontrados
En todas la finales, mandan más las emociones que el fútbol, pero más cuando los finalistas vienen de situaciones tan dramáticas. Se demostró que estaba más tocado el Getafe. No era la sensación de novato contra el Sevilla, no, ahora pesaban la piernas y el recuerdo del Bayern. Por el contrario el Valencia sí jugaba desde el incio como si le fuera la vida. Si a ello añadimos dos despistes puntuales, nos encontramos una final casi finiquitada a los diez minutos. ¿De dónde sacó fuerzas el Geta con dos cero en contra? Lo desconozco. ¿Por qué contemporizó el Valencia? Para eso había que estar en el pellejo de los de Koeman.
E n esa cascada de sentimientos encontrados hubo jugadores como Contra, Granero, Baraja o Marchena que decidieron olvidarse de todo y empujar con ímpetu. A ellos les atenazaba menos el pasado. Pero sobre las individualidades pesaba la forma en que llegaban a la cita y según avanzó el choque se vino abajo el Geta, que nos emocionó el jueves, y creció el oficio de un Valencia construido para grandes gestas. Poco a poco importó menos el juego y más los rostros de la aficiones. Rostros que marcaban lo que iba a ocurrir: el Valencia fue mejor y el Getafe no venció a pasados fantasmas.